19/8/13
“Bomba de tiempo”
¿Por qué cuando tenemos un considerable número de horas a disposición para permitirnos relajar, reposar y acostar nuestro cansado, agotado y exhausto cuerpo, parece que todas esas horas se nos habría reducido en unos cuantos minutos? Ese momento donde tu cuerpo pide –no a gritos, porque el cuerpo no grita– con ansias, impaciencia, de forma hasta desesperada por encontrar una cama, un sillón o hasta el piso ¿por qué no? Si la misión es poder cumplir con el objetivo inmediato que está plasmado a lo largo y ancho de tu frente: dormir. Sé muy bien que no encuentras respuesta alguna. Pero llegas a pensar que fuiste parte de un complot. Una conspiración respaldada por la gente que ambulada por ahí, cuando descansabas plácidamente, y que la indicación de que la verdad no se te fuera entregada –de que atrasaron cuantos relojes había a tu disposición– era inviolable. En algunos casos es como si solo hubieras pestañeado. Como si cuando anunciaste que ibas a dormir se tratase de un abrir y cerrar de ojos. Obteniendo así un poder descomunal, monumental, enorme para acabar el día tal como esté, sin tiempo a reclamo o sugerencia, y al abrir los ojos, que fue cuestión de fracciones mínimas de segundo, vivir lo que sería la continuación del día. En ambos casos despiertas malhumorado, disgustado, esperando el más insignificante momento de incomodidad para explotar como bomba de tiempo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario