Discúlpenme, pero no puedo dejar de hablar de fútbol. Mucho menos en estas fechas. Siempre he dicho que mi esposa la conoceré en el estadio. Una fanática de gritos desenfrenados. Aquella chica que llama la atención de los presentes por corear los cánticos, celebrar los goles y hasta insultar a los rivales y al pobre árbitro, de la forma menos delicada posible. Por cierto, que mal árbitro nos tocó ese día. Pero bueno. No nos desviemos. El caso es que el pasado viernes no publiqué nada. Grave error. Como mi madre dice: "Si te comprometes con algo debes cumplir sea como sea". Aunque, para esta ocasión, quedaría mejor otra frase de mi madre: "Si empiezas algo debes termina bien y no dejarlas a medio hacer". El día que deje de publicar mis escritos será el día que recibí la invitación de algún familiar y tuve que tomar un avión con destino a Europa. La justificación sería clara. Las horas de vuelo, que demanda un viaje hasta el viejo continente, son de gran consideración como para esperar a llegar y publicar algunas líneas de mi autoría. Aunque pueda que el viaje sea programado un fin de semana (días que me autoproclamo libre de publicaciones). De no ser así, el hecho de que no pude publicar escrito alguno, fue porque invité a salir a la chica del estadio. Sí, la fanática de los gritos desentrenados. Y se me hicieron cortas las horas a su lado. Pero para evitar eso, y aunque aún no la conozca, tendría que preparar mis escritos con anticipación, como ahora lo estoy haciendo. En fin. Esto no se va a volver a repetir. Lección aprendida. Si no escribí algo digno de ser leído es porque las películas del autobús no me dejaron concentrar.
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