Pudo haber sido bien peruano.
Bueno, no lo sé. Pero un veintiocho de julio nació Terry, en una ciudad
canadiense llamada Winnipeg. Desde muy joven mostró señales de que sería un
buen deportista, y no tuvo que esperar mucho para serlo, pues, a la edad de dieciocho
años, ya era todo un campeón en baloncesto. Todo iba muy bien hasta que meses
más tarde, le diagnosticaron cáncer a los huesos y tuvieron que amputarle la
pierna derecha. Trágico momento para cualquier deportista, pero no lo pensó así
nuestro amigo Terry. Él asimiló su carencia, y prosiguió con su vida. Cabe
resaltar la gran fuerza de voluntad y osadía para continuar con lo que más le
gustaba: el deporte. Y así, este joven canadiense, continuó practicando
baloncesto (aunque esta vez con ayuda de la silla de ruedas) y se dio el lujo
de conseguir tres campeonatos nacionales, en esta modalidad. Con el objetivo de
recaudar fondos para vencer la enfermedad que aquejaba, y para que otros se
beneficiaran también, empezó a preparar la carrera llamada "Maratón de la
Esperanza". Esta maratón, en la cual el único atleta sería Terry, tendría
como punto de partida, el extremo oriente del país y como meta el otro extremo
del occidente; es decir, recorrer todo Canadá de este a oeste, ocho mil
kilómetros para ser exactos. Entonces inició la maratón, sin expectativa
alguna, claro; pero pronto este atleta conseguiría muchos reconocimientos,
entrevistas en medios de comunicación, y lo que es mejor, consiguió recaudar
muchos dólares canadienses gracias a que la población contribuía con su hazaña.
Esa misma que se apagó en un poco más de la mitad de camino, cinco mil
trescientos treinta y tres kilómetros. Pero su sueño de combatir el cáncer no
se detiene aún. Hasta hoy se honra su memoria en muchos países, haciendo
diversas actividades deportivas, destacándose las maratones, y así conseguir
fondos para la lucha contra el cáncer.
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