26/9/13
"Colegio"
Comenzaba un nuevo día. Solía despertarte la alarma del celular o, en mi caso, la voz de nuestra madre. Esa voz que podía ser tan irritante en ese momento, por ser las palabras mágicas con que interrumpió tu excitante sueño, pero que el resto del día era la voz más dulce que podías escuchar. Entonces te bañabas, te cambiabas y te cepillabas –esto último si es que te acordabas– y te despedias de toda la familia como si te fueras a la guerra, como un soldado que emprendería la misión de batallar por la justicia y defender la nación. Pero no, era simplemente que te ibas al colegio. Esperabas que llegue la movilidad o, mejor dicho, trasporte escolar, como es coloquialmente conocido, y te embarcabas rumbo a tu habitual destino. Pasabas por la misma esquina, cruzabas la misma calle mientras leías algo que te olvidaste estudiar – esto con el objetivo de aprenderlo en tiempo record tal como una canción con singular estribillo– o buscabas escusas para negar que no habías estudiado. Y, entonces, llegabas a la escuela. Era evidente que la preocupación se notaba en tu rostro pues, si no te lo decían, era notado por tus compañeros quienes conocían mucho de ti. La única preocupación era no haber estudiado para aquel examen que, para ese entonces, era un problema mayúsculo, un caso muy severo que no podría ser superado por cualquier otro dilema. En fin, no teías idea que todo era más sencillo antes, que la época de colegio fue, es y seguirá siendo la mejor. Hoy quiero pedir por mis amigos, mis compañeros de clase: el inteligente, el sabelotodo, la bonita, la fea, el gordo, el de lentes, el negrito, el artista, el callado; mis profesores, la directora, el portero y su ayudante, el del kiosko, la señora de limpieza y todos ellos que marcaron la mejor etapa de vida, por todos ellos quiero pedirte, Dios mío, que los bendigas a ellos y sus familiares. Te lo pido, Señor, de todo corazón. Amén.
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